Así han evolucionado las radios de los coches

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Historia de la automoción

Para muchos conductores, arrancar el coche y poner la radio son dos trámites que se resuelven como uno solo. No importa la duración del trayecto, el acompañamiento que brinda la radio a muchos conductores es casi imprescindible para conducir y presenta distintas ventajas (ayuda a relajarse, a hacer más agradables los desplazamientos y los atascos…) si se utiliza con el volumen apropiado y sin descuidar la atención de la carretera. Como cualquier otro componente del vehículo, la radio también cuenta con una interesante historia desde los primeros y voluminosos prototipos hasta los refinados sistemas actuales. Descúbrela.

En 1922, el norteamericano George Frost presentó un abultado artefacto que, instalado al lado del asiento del conductor, permitía sintonizar distintas frecuencias radiofónicas. Su estructura recordaba notablemente a la de las radios de aquel momento, con dos pestañas giratorias que permitían avanzar o retroceder en el dial para localizar una u otra sintonía. Conviene tener presente que el número de radios de gran alcance era muy limitado y ello restringía también las opciones para el conductor. Ford incorporó el sistema en su Model T pero el gran espacio que requería evitó una fabricación en masa.

Cinco años más tarde se da el primer gran paso hacia las radios compactas cuando una empresa ajena a las marcas automovilísticas comenzó a comercializar sintonizadores de menor tamaño. Así, en la década de los treinta es cuando puede hablarse del verdadero comienzo de la historia de la radio en el coche. Se trataba de un elemento de lujo que podía suponer más del 20% del valor total del vehículo (y que llegaba a igualar el precio de determinados coches). Poco después, las investigaciones militares para perfeccionar las radios durante la Segunda Guerra Mundial tendrían aplicaciones más amables en los automóviles.

En la década de los cincuenta llegaron los sintonizadores de Frecuencia Modulada (FM), en sustitución o complemento de los de Amplia Frecuencia (AM), de la mano de Blaupunkt. En 1955, Chrysler realizó una arriesgada jugada con el desarrollo de tocadiscos para el coche. La apuesta no salió demasiado bien pero se toma como el precedente de los reproductores de CD. Más éxito tuvo el invento de Philips para reproducir radiocasetes en 1966 (aunque no comenzaría a integrarse de manera generalizada hasta los setenta), que llegaba apenas unos años más tarde que los primeros sintonizadores tanto de FM como de AM. Paralelamente, el tamaño de las radios se había reducido considerablemente, al igual que su coste.

En la década de 1970 se produce una mejora notable en la calidad de los sonidos, lograda mediante una mayor sensibilidad en los altavoces y amplificadores. Esta sería la década en la que los casetes comenzarían a hacerse omnipresentes pero también la que vería los primeros prototipos de reproductores de CD. Estos se consolidarían mediante una tecnología específicamente desarrollada por Sony, que empezó a fabricarse en serie en 1985 aunque hasta mediados de los noventa no estuvo presente en la mayoría de vehículos. Cabe apuntar también que la introducción de estos avances en nuestro país fue bastante más lenta, siendo la radio un elemento opcional hasta bien entrados los setenta.

En la última década, el acelerado ritmo en que se han ido introduciendo los distintos avances (volantes multifunción que permiten buscar frecuencias o cambiar pistas, reproducción de mp3, conexión USB, conexión inalámbrica con dispositivos móviles, reproducción en ‘streaming’…) contrasta llamativamente con la lentitud de la evolución histórica hasta el s. XXI. ¿Qué nuevos horizontes alcanzarán las radios en los próximos años? Resulta difícil de imaginar que quede alguna barrera por superar pero cada innovación nos recuerda lo equivocados que estábamos. Los pronósticos auguran una mayor capacidad de los conductores para personalizar los contenidos que desean escuchar incluso en los programas radiofónicos clásicos. Veremos si se cumplen.

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